
Creencias limitantes vs. Creencias ilimitadas

Escuchar, hablar y leer es el proceso normal por el que pasa todo ser humano cuando se adentra en el profundo mundo del dominio del lenguaje. Desde bebés aprendemos a balbucear aquéllo que escuchamos, principalmente de nuestra mamá y posteriormente de todas aquellas personas que conviven a nuestro alrededor. Cuando vamos perfeccionando el balbuceo, se puede decir que hablamos, unos antes, otros más tarde, pero todos los seres humanos terminamos haciendo uso del lenguaje natal según el país en el que hayamos nacido. Sobre los cinco años aproximadamente aprendemos a leer en la escuela, con ello vamos perfeccionando el correcto uso de la lengua que estemos estudiando y así nunca dejamos de aprender nuevas palabras que nos permitan expresarnos.
Este proceso natural que es muy básico y, por todos conocido, no aborda lo profundo del lenguaje, que unos emplearán y disfrutarán más que otros, pero que, en mayor o menor medida, van experimentando.
Es curioso que lo primero de dicho proceso básico (la escucha), sea después lo que más suele dificultársele al ser humano. Siguiendo con el proceso básico lógico del aprendizaje del uso del lenguaje, esta falta de escucha que nos permitió a priori saber que agua se decía agua porque así se lo oíamos a nuestra mamá cuando nos la ofrecía, nos genera lo que sentimos cuando no logramos que nuestro mensaje se entienda, porque no está bien expresado, porque nuestra capacidad de escucha ha pasado a un segundo plano.
A esto hay que añadir lo que alguna vez escuchamos de nuestros padres, profesores de escuela y/o amigos, que constituyen nuestras creencias limitantes. Palabras sobre experiencias negativas o sobre aspectos negativos nuestros se graban en nuestra memoria y provocan que al hacer uso del lenguaje todos saquemos a relucir nuestras creencias limitantes, determinando con ello las experiencias de la vida real.
Afortunadamente, no todo iba a ser malo, también escuchamos experiencias positivas y la educación que recibimos ensalzó muchas de nuestras cualidades. Incluso leer, que estaba al final del proceso básico de aprendizaje del lenguaje, nos permite disfrutar a través de las palabras de experiencias que tal vez nunca viviremos en primer persona, pero que logramos revivir de la mano de una novela, de un ensayo o incluso de un periódico.
Si tuviera que hacer un compendio del poder que tienen las palabras en nuestra imagen diría que son capaces de generar tanto aspectos positivos como negativos, como los siguientes:
‘’Magia, modelos mentales, realidad, poderes, felicidad, desesperación, enseñanzas, juicios, decisiones, emociones, influencia, juego, relaciones sociales, propósito vital, silencio, conciencia, verdades, mentiras, desánimo, ánimo, aprender, cambios espectaculares, percepción, presuposiciones, razonar, pensar, fantasear, ensayar, cantar, hablar, discutir, escribir, conferencia, símbolos de la experiencia, confusión, conflicto, generalización, ambigüedad, visión, representación, sabiduría, eficacia, experimentar, sentir, eliminar, distorsionar, creatividad, vibración, singularidad’’
Y con ello formaría la siguiente reflexión:
‘’Con un diagnóstico de comunicación verbal y su posterior asesoría uno es capaz de hacer magia descubriendo modelos mentales para expresar de la forma más adecuada una realidad, haciendo uso de los poderes personales que le generan felicidad a la persona, aunque en ocasiones desesperación; es un compendio de sus enseñanzas, sus juicios, sus decisiones, sus emociones, para ejercer influencia, como si de un juego se tratara, generando con ello relaciones sociales…’’
Y esto sólo sería un ejemplo de lo que puede lograr la persona siendo consciente de sus creencias limitantes y escogiendo sustituirlas por creencias ilimitadas en las palabras para que su mensaje evoque las experiencias del interlocutor y logre conectar emocionalmente con él.
Con cariño,
Bárbara Aucejo
Directora de Qué Bárbara